En el Testamento
Espiritual de Marcelino Champagnat se menciona: “Deseo, queridísimos Hermanos
míos, que esta caridad, que debe uniros a todos, como miembros de un mismo
cuerpo, alcance a las demás Congregaciones. Os conjuro, por la caridad sin
límites de Jesucristo, que no envidiéis jamás a nadie, y menos aún a quienes Dios
llama al estado religioso para trabajar, como vosotros, en la educación de la
juventud. Sed los primeros en alegraros de sus éxitos y apenaros por sus
fracasos. Encomendadlos a menudo a Dios y a la divina Madre. Dadles con gusto
la preferencia. Jamás prestéis oídos a los dichos que pudieran perjudicarlos.
Que la gloria de Dios y el honor de María sean vuestro único fin y vuestra sola
ambición.” La carta 203 que Marcelino escribe al P. Grasset muestra la forma en
que Marcelino vivió este punto.
El contexto es claro y
simple, Marcelino es invitado a fundar un noviciado en Montpellier, una
población que se encuentra a unos 250 km. en línea recta de Lyon, hacia el
sursuroeste, unos 300km. de camino. La idea de un noviciado, en una región
donde no se tenía escuelas, puede deberse a la propuesta de que con un
noviciado, se abrirían posteriormente escuelas en la diócesis o el
departamento. No sabemos la razón por la cual se rechaza esta petición,
posiblemente se deba a la falta de personal disponible y a la presencia de
Hermanos Lasallistas en la ciudad, pero éstas son meras hipótesis.
De cualquier manera la
respuesta de Marcelino ejemplifica lo que pide en su Testamento Espiritual. Sigamos
la estructura de la carta: Marcelino le expresa su gusto por la obra que se
propone y su dificultad para realizarla en este momento. Luego expresa su
consejo, acepte a la otra congregación que tiene disponibilidad inmediata, y lo
hace con una conclusión que es importante: “Se hará antes el bien”. Y continúa
con la aplicación personal: “Nosotros bendecimos a Dios con ustedes”, “deseamos
que el bien se haga por quienquiera que sea”. Estas dos actitudes son
importantes para Marcelino. El agradecimiento y la búsqueda del bien.
El agradecimiento no
aparece explícitamente en el Testamento Espiritual, pero aparece la caridad
para con las otras congregaciones, y el compartir la alegría por sus éxitos y
la pena por sus fracasos. De fondo se trata de idenficarse con una obra en
común que se realiza como iglesia, que también permite agradecer con las otras
congregaciones.
La búsqueda del bien,
bien en general, parece ocupar el espacio que en el Testamento Espiritual ocupa
“La gloria de Dios y el honor de María”. Es verdad que San Irineo, siglos
antes, en la misma región ha escrito que “La Gloria de Dios consiste en que el
hombre viva”, pero ¿es válido identificar la Gloria de Dios con el bien? Se
hace necesario aclarar lo que se entiende por “Gloria de Dios”. Si por gloria
de Dios se menciona una presencia lejana, misteriosa, luminosa, que nos
asombra, aleja y castiga, definitivamente no. Pero si por “Gloria de Dios” se
entiende esa presencia amorosa, creadora, que da vida y quiere que esa vida que
regala llegue a su plenitud, entonces es válido identificarla no sólo con en bien, sino con el sumo bien. Así crece la Gloria
de Dios en la medida que crece la Vida del hombre. Dios y el hombre se
complementan. La gloria de Dios dignifica al hombre y la plenitud del hombre
engrandece la Gloria de Dios.
Leída así la carta, lo
importante es que todos y en todo lugar promuevan la Gloria de Dios, es decir
la dignificación del hombre y nosotros nos debemos alegrar y agradecer a Dios
porque esa dignificación se realice y en la medida de nuestras capacidades
promoverla y apoyarla.